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Dickens&Company

~ Literature, History and life

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Tag Archives: Historia

Catalina de Aragón, una culta y devota esposa

11 Sunday Dec 2016

Posted by Dickensandcompany in Historical Character, History, Profile

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Ana Bolena, Castilla, Catalina de Aragón, Enrique VIII, Historia, Inglaterra, Perfil Biografico, Reforma Anglicana, Reyes Católicos

CATALINA DE ARAGÓN

(Alcalá de Henares, 1485 – Kimbolton Castle, 1536)

Este perfil biográfico presenta a la hija más pequeña de los Reyes Católicos: Catalina de Aragón, posiblemente una de las reinas más conocidas de la Historia de Inglaterra. Primera esposa de Enrique VIII, cuya férrea obstinación quizá cambió el rumbo de la historia de un país.

María Doyle Kennedy, la actriz que interpretó el papel de Catalina de Aragón en la serie Los Tudors (2007-10)

María Doyle Kennedy, la actriz que interpretó el papel de Catalina de Aragón en la serie Los Tudors (2007-10)

Desde el nacimiento estuvo predestinada a ser reina, como el resto de sus hermanos, y desde los dos años comprometida  con el heredero de la corona inglesa. Creció, se educó, vivió y luchó en pos de este objetivo. Su infancia debió ser un viaje continuo de idas y venidas, ya que la corte de sus padres era itinerante, lo que equivalía a trasladar a toda la corte y su avituallamiento cada pocos meses, y esto hizo que viviera en trece ciudades distintas en sus dieciséis años que vivió en la Península. Continue reading →

Amistades peligrosas II: La emperatriz y el monje

06 Saturday Dec 2014

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Alejandra, Alexei, Historia, History, I WW, Nicolás, rasputin, Rusia, San Petersburgo, zar

(…)

Rasputín con Alejandra y los hijos de ella.

La influencia que Rasputín tenía sobre Alejandra llegó demasiado lejos. En San Petersburgo los obreros se reían de su emperatriz y la imaginaban fornicando con el monje; carteles ilegales mostraban a las princesas desnudas junto a Rasputín. En la corte, los consejeros del zar le apremiaban para que expulsara al “monje loco”, como le llamaban. Nicolás II no tuvo más alternativa y en 1911 dejó de llamar a Rasputín a palacio. La zarina cayó muy pronto en un estado de nerviosismo y paranoia. ¿Y si Alexei se caía? ¿Quién iba a curarle si se hacía daño? No tuvo que pasar mucho tiempo para que sus miedos se viesen cumplidos. Mientras madre e hijo paseaban en carruaje, el niño se puso a corretear por los bosques de palacio, cuando tropezó y se cayó. Un golpe leve, a primera vista. Pero entonces empezó a sangrar.

Cuando llegó la noche, los alaridos del príncipe podían escucharse en todas las estancias del palacio. –Llámale. Llama al padre Grigori a palacio– parece que le rogó Alejandra a su esposo. Pero Nicolás no se decidía. Eran muchas las presiones que recibía de su madre y sus hermanas, de sus consejeros y del mismo pueblo ruso. Finalmente, la gravedad de su hijo lo llevó a llamar a Rasputín. Aquella decisión marcó, en muchos sentidos, el final de la dinastía. El monje volvió a palacio para consolidar todo su poder e influencia sobre la familia imperial. Una vez en las estancias reales, consiguió calmar nuevamente al niño y le curó. Alejandra no cabía en sí de gozo. Aquel hombre sólo podía ser un ángel o un santo.

La I Guerra Mundial llegó a todos los rincones de Europa en el verano de 1914. El continente se levantó en armas y el zar se unió a sus aliados. Toda Rusia se preparó para la batalla. Sin embargo, el gran imperio no estaba preparado para aquella guerra moderna. Así que Nicolás tomó una decisión trascendental: él en persona iba a dirigir el ejército en el frente. Ingenuamente pensaba que, si luchaba junto a sus hombres, infundiría el valor entre las tropas. Más bien, iba a convertirse en el responsable directo de todos los desastres que se avecinaban.

Para dirigir el país dejó como regentes a Alejandra y al omnipotente Rasputín. Ahora el monje tenía el control de Rusia, pues su voz se escuchaba a través de las palabras de la zarina. Y durante aquellos meses, limpió el palacio y colocó a sus fieles seguidores en puestos importantes de la administración. “¡Una auténtica revolución de palacio!” Ha dicho más de un historiador. Aquello fue demasiado para la nobleza rusa. Los grandes príncipes llevaban años sintiéndose humillados por un campesino y un estafador, así que llegaron a la conclusión de que Rasputín debía morir.

Retrato del príncipe Felix Yusupov

Una noche de diciembre de 1916, el príncipe Felix Yusupov, primo de los zares a la vez que un declarado homosexual y famoso por sus extravagancias, invitó a Rasputín a merendar. Lo que ocurrió durante aquella velada se ha convertido en una leyenda. El monje empezó a beber buen vino y a comer pasteles. Lo que no sabía era que todos esos manjares tenían veneno. De pronto se desplomó. Cuando Yusupov y sus amigos aplaudían por su triunfo, Rasputín se levantó furioso e intentó estrangular al príncipe. Comenzaron a dispararle, pero no se moría. Totalmente encolerizado, parecía incontrolable. Finalmente cayó al suelo inconsciente y lo metieron en un saco, lo llevaron en barco hasta el río Neva y abrieron un boquete en el hielo, lanzándolo a su interior. Su cuerpo apareció al día siguiente hinchado y sin vida.

Alejandra no soportó la muerte de Rasputín. Sumida en la ira y la melancolía, sólo quería castigar a los culpables. Mientras sus consejeros la apremiaban para que apaciguase las calles y calmase a la población, que estaba ya cansada de la guerra, ella sólo lloraba y juraba venganza. Finalmente, el caos llegó a todos los rincones de Rusia. La guerra estaba siendo desastrosa y Nicolás sólo acumulaba fracasos en el frente. Muy pronto, los obreros se levantaron en armas contra sus zares, desencadenaron una revolución y se dirigieron al palacio imperial.

Cuando Nicolás conoció las noticias, se puso en camino hacia la capital. Mientras tanto, su familia vivía el terror de la revolución. Los amotinados cortaron la electricidad del palacio y asaltaron las estancias principales, mientras la zarina se ocultaba con sus hijos. Finalmente el zar llegó a tiempo para calmar a los asaltantes, pero a un precio muy alto. Había llegado el final del zarismo. Ya era tarde para traer reformas y su hijo Alexei era demasiado pequeño para convertirse en zar. Así que Nicolás II abdicó y después de días de confusión cayó el imperio ruso. Durante los dos años siguientes, la familia imperial fue conducida de una casa a otra, sin hogar y sin rumbo.

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Cuando los comunistas tomaron el poder, los antiguos zares y sus hijos pasaron a convertirse en una amenaza. Eran muchos los que soñaban con restaurar el viejo orden. Una noche, un grupo de soldados soviéticos entraron en la casa donde dormían y les ordenaron prepararse para partir. Alejandra y sus hijas se pusieron sus mejores joyas y se abrigaron, Nicolás y Alexei se vistieron de uniforme. Cuando iban a salir, les ordenaron que bajasen a un sótano para hacerse una foto que iba a difundirse por las ciudades para demostrar que la familia imperial estaba a salvo. Lo que allí ocurrió fue tan atroz que permaneció oculto durante más de medio siglo. Los disparos dieron paso a gritos de terror, y después el silencio. De ese modo, Alejandra y Rasputín, tan unidos en vida, vivieron el mismo martirio en la muerte. Su historia se convirtió en una leyenda y fueron muchos los que quisieron comprender las razones de por qué una emperatriz se había fijado en un monje siberiano. Las versiones difieren, cada historiador le ha dado su propio significado a aquella extraña amistad, pero lo realmente importante es que ambos perduraron en la historia y siguen hoy en día causando devoción y odio, fascinación y resentimiento…

Autor texto: Francisco J. García, Historiador.

Amistades peligrosas (I): La emperatriz y el monje

Saludos 🙂

Isabel de Rusia. La batalla por el trono imperial

01 Monday Dec 2014

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asesinatos, emperatriz, Histoire, Historia, History, Imperio Ruso, Isabel de Rusia, Pedro el Grande, Rusia, trono, usurpación, zar, Zarina

Isabel I de Rusia, según Virgilius Eriksen, siglo XVIII

El 29 de diciembre de 1709, el palacio de  Kolómenskoe bullía de excitación. Pedro el Grande, el omnipotente zar que había convertido Rusia en un imperio moderno y espejo de la Europa occidental, esperaba un hijo. Cuando entró en los aposentos reales, su esposa Catalina le presentó a una niña, Isabel. Desde ese momento, esta princesa se convirtió en la niña de sus ojos. Además fue una niña despierta, de rubios cabellos y blanca piel, destinada a convertirse en una gran duquesa de Rusia.

Sin embargo, su prometedor futuro comenzó a truncarse cuando en 1725, su padre murió inesperadamente. Desde ese momento comenzaba su carrera hacia el trono; una batalla que ella ignoraba que estuviese librando. Con la muerte del zar, su esposa, la lasciva y ruda Catalina, se adjudicó la corona con un golpe de estado y se proclamó emperatriz. Fueron años de confusión en la corte imperial. Isabel vio como su madre se marchitaba entre los excesos del alcohol y las grandes fiestas, hasta que finalmente murió prematuramente en 1727, dejando a su hija huérfana.

Aunque Isabel estaba en línea directa de sucesión al trono, fue designado sucesor un niño de doce años: Pedro II. Antes de nacer Isabel, Pedro el Grande había tenido un hijo primogénito, Alexis, que fue asesinado por su propio padre. Este nuevo zar niño era descendiente de ese príncipe sin ventura y, por tanto, también sobrino de Isabel.

Desde el principio se tuvieron mucho cariño. De hecho, el historiador Henri Troyat cuenta que les encantaba jugar juntos, pasear y disfrutar de excursiones. Menciona incluso que llegaron a tener relaciones sexuales. A fin de cuentas, el emperador niño experimentó los mismos excesos que sus predecesores. Con apenas trece años, se había aficionado al vodka y ya practicaba el sexo bisexual. Demasiadas aventuras para un zar tan pequeño, que acabaron con su vida en 1730. El camino hacia el trono se iba despejando para Isabel.

Palacio de Invierno, residencia oficial de los zares rusos entre 1732 y 1919.  Hoy alberga el Museo del Hermitage.

Los siguientes años fueron realmente difíciles para la joven princesa. La corona imperial volvía a quedar sin portador y éste podía ser su momento, pero Isabel todavía no estaba preparada. Así que apareció un nuevo pretendiente, otra princesa con menos linaje, pero no menos ambiciosa. Se llamaba Anna Ivanova y era prima de Isabel. Como nueva zarina, Ana I instauró un reinado del terror, persiguiendo a todos aquéllos que se opusiesen a su política. En cuanto a Isabel, la tuvo bien vigilada, y no era para menos. Su belleza y fama no hacían sino crecer. En los bailes de palacio, Ana no soportaba ver a su hermosa y rubia prima danzando y siendo el deseo de todos los varones. Algunos amantes de la princesa sufrieron la terrible ira de Ana.

Aquella época entrenó a Isabel como futura conspiradora, la hizo fuerte y le enseñó que el lugar más peligroso del imperio era la misma corte. Consciente de las envidias y celos que despertaba en la emperatriz, Isabel decidió alejarse y se dedicó a su vida privada. De hija del gran zar, ahora se había convertido en un peón inservible, que ya no interesaba para ninguna casa real. Muy pocos creían que aquella joven sin ventura llegase algún día a ser zarina; seguramente fuese asesinada mucho antes. Por entonces, se entregó a sus más bajas pasiones con un joven plebeyo. Se llamaba  Alexei Razumovski y era un guapo y apuesto cosaco ucraniano, que consiguió enamorarla. Desde entonces, Isabel y Alexei fueron amantes y se comentó incluso que llegaron a casarse en secreto. Todo indicaba que la princesa debía convertirse en poco más que una matrona, pero una vez más, el camino hacia el trono la llamaba. Y la hora de su gran batalla estaba cerca.

En 1740, la todopoderosa Ana sufrió un colapso nervioso. Para entonces ya había elegido un heredero, un bebé llamado Iván. Tan obsesionada estaba por evitar que Isabel reinase, que hizo traer a una sobrina suya a Rusia, también llamada Ana, que acababa de ser madre. La emperatriz nombró heredero al recién nacido y a su madre como regente. Así el trono quedaba asegurado y ella podía morir tranquila. Isabel nunca llegaría a ser zarina. O eso era lo que ella pensaba.

La situación de Isabel finalmente se hizo insostenible. La nueva regente no era mejor que sus predecesores. Esta nueva Ana era caprichosa, envidiosa e incapaz de dirigir un imperio. Además, temía enormemente a Isabel, y tenía buenas razones. El pueblo ruso amaba a esta princesa desventurada, la auténtica heredera de Pedro el Grande. ¿Por qué no se sentaba en el trono si tenía más derechos que nadie? Por eso mismo, comenzó a hablarse en secreto de que iba a ser asesinada. Al parecer la regente quería acabar con ella para asegurar el futuro de su hijo, el pequeño Iván VI. Ese fue el momento en el que la gran duquesa, que llevaba tantos años viendo pasar zares y zarinas, decidió cumplir con su destino y usurpar –o reclamar– el trono.

La noche del 25 de noviembre de 1741, la regente Ana dormía plácidamente junto a su marido y el pequeño Iván. Cuando abrió los ojos, vio de pie a Isabel, como si fuese un fantasma del pasado. Había llegado el momento de levantarse, porque un regimiento rebelde se había alzado en armas por su princesa y había marchado sobre el Palacio de Invierno. Cuando había llegado el momento, los soldados habían sido preguntados: “¿A quién queréis servir?” y todos gritaron por ella, la hija de su héroe. Finalmente, la regente fue arrestada y, según dicen, Isabel cogió al pequeño Iván en brazos y prometió que cuidaría de él. Irónicamente, el zar niño pasó el resto de sus días en una prisión. Y así, Isabel se convirtió en zarina y abrió un nuevo período en la historia de Rusia…

Referencias:

TROYAT, Henri, Las zarinas. Poderosas y depravadas, Vergara, Barcelona, 2003.
MASSIE, Robert K., Pedro el Grande, Alianza, Madrid, 1980.
MASSIE, Robert K., Catalina la Grande, Crítica, Barcelona, 2012.

Autor: Francisco J. García, Historiador.

Saludos 🙂

Las desventuras del libro (II): el saqueo sueco

26 Wednesday Nov 2014

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Biblioteca, Biblioteca Palatina de Heidelberg, Biblioteca Real de Estocolmo, Bohemia, Codex Gigas, Cristina de Suecia, Encautación, expolio, Guerra de los Treinta Años, Gustavo Adolfo, Historia, Imperio Sueco, Incendio, Libros, Literatura, Moravia, Sacro Imperio Germánico, Sacro Imperio Romano Germánico

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) supuso un periodo de estancamiento y un posterior retroceso para los estados del Sacro Imperio Romano Germánico. Esta guerra arruinó la economía del país y supuso una debacle cultural. Hecho aprovechado tanto por los holandeses, que entonces se posesionaron como una potencia productora y distribuidora de libros, como por los suecos y lo católicos que invadieron buena parte de esos estados.

Primera página del Codex Argenteus con fondo rojo sobre el que están las letras plateadas y doradas.

Ambas invasiones provocaron la ruina de las bibliotecas del país. La más antigua de las bibliotecas universitarias alemanas, la Biblioteca Palatina de Heidelberg, fue saqueada en 1612 por las huestes católicas de Tilly, para más tarde ser regalada por parte del duque y electo de Baviera, Maximiliano, al Papa, quien la incorporó a las colecciones del Vaticano.

Desde la Antigüedad, o desde que existe la escritura, el pillaje de bibliotecas por parte de los ejércitos ganadores ha sido una constante en todas las guerras que ha empezado el hombre. Pero solo en la II WW se practicó de forma tan sistemática como durante la época de la dominación sueca, y esto sin restituir ni uno de los libros confiscados -como sí sucedió durante el expolio nazi-.

El Codex Gigas abierto. Detrás hay varias personas para mostear el tamaño del libro.

El período comprendido entre 1630 y 1718 es conocido por la historiografía nórdica como “El Imperio Sueco” y corresponde con el renacimiento de la cultura sueca, claro está que a costa del acervo de otras naciones y aprovechándose de su superioridad militar. Gustavo Adolfo de Suecia (1594-1632), líder de los protestantes, practicó allá por donde pasaba la incautación de la bibliotecas alemanas -y las de aquel país a los que invadía-, con especial ahínco en las bibliotecas de centros religiosos católicos.

Anteriormente Suecia había sido un país pobre, escasamente poblado y con poca participación en asuntos internacionales. Pero tras su participación en la Guerra de los Treinta Años, Suecia surgió como cabeza del protestantismo e inició una política de conquista de territorios. A mediados del siglo XVII, era el tercer país más extenso de Europa, solo superado por Rusia y España.

De esta forma, los ciudadanos de los países que vieron ocupados sus territorios contemplaron impotentes el desfile migratorio de sus bibliotecas, una tras otra, como botín de guerra de Suecia. Primero las de Riga y luego las de Prusia fue a engrosar la reciente Biblioteca de la Universidad de Uppsala, fundada en 1620; a la cual se añadiría más tarde algunas bibliotecas del sur de Alemania.

La belleza de la encuadernación del Codex Gigas

Los suecos iban confiscando bibliotecas según el avance de su ejército. Así, cuando muere Gustavo Adolfo, su tarea fue continuada por su sucesora Cristina de Suecia (1626-1689), quien hacia el final de la Guerra de los Treinta Años puso sus ojos en las bibliotecas de los conventos de Bohemia y de Moravia. Y en el asalto a Praga en 1648, lograron un suculento botín de libros, en especial la espléndida colección de los reyes de Bohemia en Hradschin, que poseía, entre otros, el manuscrito en pergamino más extenso del mundo, el Codex Gigas* (o la Biblia del Diablo), -considerada en su época como la “octava maravilla” pues su tamaño era de 92 x 50,5 x 22 y pesaba 75 kg- y el Codex Argenteus -compuesto de letras de plata y oro- (Pincha en el siguiente enlace si quieres consultarlo online   http://app.ub.uu.se/arv/codex/faksimiledition/contents.html) 

Todos éstos libros obtenidos por los ejércitos suecos fueron la base de la posterior Biblioteca Real de Estocolmo, aumentada posteriormente en las guerras con Polonia y Dinamarca. Pero el enemigo que persigue a los libros volvió a cobrarse una víctima más. Tras tantas batallas para obtener tan magnífico botín, guardados en la Biblioteca Real, fue pasto de las llamas cuando en 1697 el palacio que albergaba dicha biblioteca se prendió fuego. 

¡Cuántos libros nos hemos quedado sin poder leer por tan tamaña tragedia!

* Es tan impresionante que dedicaremos un post entero solo para este manuscrito.

Saludos. 🙂

Amistades peligrosas (I): La emperatriz y el monje

22 Saturday Nov 2014

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Alejandra, Alejandra Feodorovna, Edad Contemporánea, el monje Rasputín, emperatriz, Historia, Historia de Rusia, History, Nicolas II, rasputin, Rusia, zar

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A lo largo de la historia han aparecido personajes oscuros, individuos a la sombra de grandes estadísticas, reyes o políticos. Unos más famosos, otros más inadvertidos, pero todos ellos influyentes. En su mayoría porque consiguieron influir en muchas grandes decisiones, llegando a cambiar el curso de los acontecimientos. Entre todas estas relaciones de dependencia, hubo una que hizo correr ríos de tinta entonces y ahora. Las versiones difieren, los rumores son de lo más variopinto y su historia ha quedado teñida de una oscura leyenda, que los condenó para siempre.

Se trata de la emperatriz Alejandra de Rusia y su protegido, el monje Rasputín.  Ella era la esposa del hombre más poderoso de la Rusia imperial. Él el hijo de un campesino. Ella venía de la corte alemana, él se había criado en los campos de Siberia. Por tanto, todo hacía pensar que dos personas tan distintas jamás iban a encontrarse. Sin embargo, el destino iba a entrelazar sus vidas para siempre.

Alejandra Feodorovna, emperatriz rusa y esposa de Nicolás II, había llegado a un país  muy distinto a su hogar. Como zarina, tuvo que aprender la lengua rusa, su historia, adoptar la etiqueta cortesana y abjurar de su religión. Sólo el amor que sentía por Nicolás podía hacerle aquella vida más llevadera. Además, no encajaba en aquella fría corte imperial. Su suegra, la zarina madre María, sentía cierto desprecio por ella, sus cuñadas eran distantes y la nobleza no comprendía el carácter reservado de su emperatriz.

Rostro de Rasputín. Un hombre que fue amado, odiado y provocado miedo por partes iguales.

Mientras todo esto ocurría, muy lejos de allí, un joven Rasputín se criaba en los salvajes pastos de un pueblo siberiano. Desde joven se entregó a una vida de placeres desenfrenados, conoció el sexo precoz, bebió y se vio envuelto en peleas. Casado y con hijos, era cuanto menos un campesino rudo y desaliñado. Pero su vida cambió. Unos dicen que la visión de la Virgen le hizo renegar de sus placeres, otros que conoció la paz en un monasterio y decidió abjurar de sus vicios. Lo importante es que Rasputín se encaminó a la vida religiosa. Viajó, peregrinó y conoció otras culturas. Pero nunca abandonó el deseo; ingresado en una secta cristiana (jlystý), creía que para llegar a la fe, el dolor y el sexo eran necesarios. Y cumplió siempre con esa premisa. Finalmente sus pasos le llevaron a Moscú, y muy pronto se extendió el rumor sobre un hombre santo.

El 12 de agosto de 1905, el pueblo ruso estaba de celebración. Después de cuatro princesas, había nacido un príncipe heredero, un zarevich. Alejandra y Nicolás se sentían felices, en especial ella. Su amado Alexei llegaba como un regalo. Pero la alegría dio paso a la tragedia. El pequeño nació enfermo. Su sangre no coagulaba correctamente, por lo que una pequeña hemorragia interna podía matarlo. Pero lo peor era que, la hemofilia que padecía, la había heredado de su madre, que era portadora. A partir de entonces, se inició el calvario de la zarina. Su niño se moría y ella se sentía culpable. Cuando su dama de compañía le habló de un monje santo que obraba milagros, Alejandra exigió que lo trajese a su presencia. Los destinos de ambos personajes comenzaban a tejerse.

Alejandra de Rusia con su marido el Zar Nicolás II.

Cuando la zarina conoció a Rasputín, un hombre de larga y desaliñada barba, sucio y vestido con túnicas humildes, no pudo sentir otra cosa que repugnancia. Pero la desesperación pudo mucho más. Cuál fue su sorpresa cuando vio que aquel monje obraba el milagro. Sus palabras conseguían calmar al bebé, que después de horas llorando se quedaba dormido. Pero lo más sorprendente, la hemorragia se había curado.

A partir de entonces, Alejandra consideró a Rasputín un auténtico santo. Siempre lo quería cerca de ella, necesitaba de su consejo y lo convirtió en su confidente. La nobleza cortesana pronto se sintió fascinada y horrorizada por ver a aquel sucio monje codeándose con la realeza rusa. Por supuesto, no sabían la verdadera razón de Rasputín en la corte. La enfermedad de Alexei fue un secreto para todos pues, como heredero que era, no podía verse su debilidad.

Durante los años siguientes, Alexei creció con aquel hombre junto a él. Cada vez que el pequeño se hacía daño, se caía o se golpeaba, Rasputín calmaba su terrible dolor, le contaba historias que lo hacían dormir y conseguía lo que los médicos imperiales no podían: curaba la hemofilia del príncipe. De ese modo, Alejandra ligó cada vez más profundamente su vida a Rasputín. Si el starets –como ella le llamaba– estaba cerca, nada malo podía pasar. El propio zar recelaba de aquel hombre, pero sabía lo importante que era para hijo, pero también para la salud emocional de su mujer. Pues Alejandra empezó a desarrollar una dependencia casi total por él, hasta el punto de enfrentarse a aquéllos que denostaban o criticaban al monje. Muchos políticos que aconsejaron al zar alejar a Rasputín de la corte, fueron víctimas de la ira de Alejandra. Pronto crecieron los rumores. La zarina imperial tenía un amante. No era extraño que se pensase así. Rasputín disfrutaba del sexo en aquella vida de lujos y poder. No eran pocas las aristócratas que lo visitaban para conocer los misterios que escondía aquel salvaje ser. Pero todos los historiadores coinciden en que la relación de Alejandra y Rasputín jamás estuvo marcada por el sexo. Ella adoraba a su esposo, y en Rasputín sólo veía al salvador de su hijo, a una especie de enviado divino. Por su parte, el monje respetaba a aquella mujer, como a ninguna otra. Se aprovechó de su influencia, por supuesto, y utilizó a Alejandra para conseguir más poder. Pero respetaba a su zarina, a la que cariñosamente llamaba “madre”. Lo importante, después de todo, es que una amistad tan peligrosa marcó el principio de su tragedia…

Intrigante historia que continuara en el próximo post.

¿Os gusta la historia de Rusia? ¿qué parte es la que más te gusta? Cuéntanos¡¡¡¡

Saludos 🙂

Autor texto: Francisco J. García, Historiador.

Escocia (Alba): “Yes” o “No”

16 Tuesday Sep 2014

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Bandera de Escocia

Todo aquel que ve la televisión sabe que esta semana será crucial para el destino de Escocia, ya que este jueves 18 de septiembre –sí, jueves y no domingo- los escoceses se dirigirán a las urnas para decidir si continúan o no con su unión con el Reino Unido. Sé que habrá gente que se pregunta por qué parte de un territorio de un país se quiere independizar. A pesar de que Escocia comparta una cultura con Inglaterra, sus historias fueron por caminos separados hasta que éstos se juntaron en el siglo XVIII. Así que con este post pretendo exponer un breve resumen de la historia de Escocia con el fin de entender mejor el empecinamiento de los escoceses a separarse del Reino Unido de Gran Bretaña.

Empezaré con la historia del propio nombre de la región. En inglés se conoce a Escocia como Scotland y en gaélico se le llama como Alba. Scotland toma su nombre de “scotus”, término latino que significa “irlandés” (sí, sé que sabéis que me encanta este dato). Los “scoti” –en plural- hace referencia a los colonos irlandeses –pues los romanos llamaban a Irlanda como “Scotia”- que colonizaron la actual región de Escocia.

Mapa del territorio que ocupaba el Reino de Dalriada c. 590 d. c.(wikipedia)

Los escoceses entraron en la Historia de la mano del mundo romano. Roma invadió Gales e Inglaterra, pero no continuaron hacia el norte, estableciendo el límite en el muro de Adriano. Al norte de esta frontera se encontraba varios pueblos de origen celta y germano: los pictos, los colonos irlandeses, los anglos –que habitaban Lothian-, los bretones –que habitaban Strathclyde- (estos dos últimos llegados a la isla en el momento de las invasiones barbaras en el Imperio) y más tarde los vikingos. Tras la caída del Imperio -476 d. c.- los escotos (también conocidos como dalriadas) crearon el reino de Dalriada o Scotland, que abarcaba el norte de Irlanda y el oeste de lo que hoy es Escocia, mientras que los pictos crearon el reino de Fortriu al Oeste de la región. Se dice que fue el último rey de Dalriada, Kenneth MacAlpin, quien consiguió unificar su reino con el reino picto para formar el Reino de Alba en el 843. Aunque el primer rey en ser nombrado rey de Alba fue Donald II cuando murió en el 900 d. C.

Antes de esto, otro pueblo hizo acto de presencia en tierras escocesas. Hay constancia de una presencia vikinga hacia la década del 830, que invadió el Fortriu, centro del reino picto. Las islas del norte Shertland y Órcadas, las Hébridas y la isla de Man, así como los enclaves terrestres de Caithness y Sutherland fueron colonizadas por los hombres del norte. El primer jarl conocido de las Islas del Norte fue Rognvald Eysteinsson, jarl de Møre (Noruega), siendo vasallo de los reyes de Noruega.

El reino de Escocia o Alba fue poco a poco agregando el territorio de otros señores o reinos menores. Así, en el 1124 Alejandro I consigue incorporar al reino los territorios del Reino de Strathclyde y Lothian. Mientras que Alejandro III, ya en el 1263, logró el control de las Hébridas, la isla de Man y Caithness, gracias a su victoria sobre las tropas nórdicas. Al final del siglo XIII el reino se había extendido hasta alcanzar aproximadamente lo que hoy es Escocia. Sin embargo los reyes escoceses se sometieron a la autoridad (o influencia) normanda –llegados de una parte de la actual Francia, que habían invadido Inglaterra en 1066-, siempre sin perder su independencia

Mel Gibson interpretando a William Wallace en la película Braveheart (1995).

Conforme pasaba el tiempo, la intervención del reino de Inglaterra en los asuntos escoceses fue aumentando. Con la muerte de Alejandro III en 1286, seguida de la de su nieta Margarita I, terminó la dinastía Dunkeld (1290). Hecho que fue aprovechado por Eduardo I de Inglaterra, para poner en el trono escocés a su protegido Juan de Balliol. Pero cuando el poder de éste menguó, Inglaterra llevo a cabo un intento de conquista de Escocia provocando el inicio de las Guerras de Independencia, cuyo personaje más famoso fue William Wallace. La guerra con Inglaterra duró varias décadas, sin embargo a la misma vez se produjo una guerra civil: entre los partidarios de Robert the Bruce, conde de Carrick, autoproclamo rey de Escocia, y los partidarios de Juan de Balliol, apoyados por Inglaterra; guerra que duró hasta mediados del siglo XIV. Y pese a que quien ganó fue Bruce, la ausencia de descendientes de David II permitió a su sobrino, Roberto II, ascender al trono y situar en él a la dinastía Estuardo. Éstos gobernaron Escocia durante el resto de la Edad Media y aunque dieron al reinado cierta prosperidad, los problemas con Inglaterra y entre las Tierras Altas (Highlands) y las Tierras Bajas (Lowlands) siguieron estando presentes.

La Edad Moderna se inició –y como no podía ser de otro modo- con enfrentamiento con Inglaterra. Los ingleses pretendían casar a Eduardo VI de Inglaterra con Maria I Estuardo, objetivo que nunca se logró, pues María I Estuardo se casó con el rey de Francia, Francisco II. Al morir éste María se casó con su primo Enrique Estuardo. Y a pesar de las trabas impuestas por Enrique VIII de Inglaterra –padre de Eduardo VI- para que los Estuardo no reinaran en Inglaterra y el cautiverio de María I, al final un Estuardo llego al trono inglés: Jacobo VI, hijo de ésta, se convirtió en rey de Inglaterra –y ya lo era de Escocia- en 1603. Pero esta unión del reino (junto con Irlanda, que ya formaba parte de Inglaterra) fue meramente personal, manteniendo ambos su independencia política.

Durante el siglo XVII se produjeron disturbios religiosos en Escocia, que provocaron diferentes guerras: la Guerra Civil Escocesa, dentro del contexto más internacional de la Guerra de los Tres Reinos. Ésta última guerra fue una serie de guerras civiles que se lucharon tanto en Escocia, Inglaterra e Irlanda. La Guerra Civil Escocesa (1644-1650) enfrentó a Realistas (partidarios de Carlos I) y los Covenanters, quienes habían controlado Escocia desde 1639 y mantenían un pacto con el Parlamento inglés. Tras esta serie de guerras, que dejaron una autoridad escocesa débil, la Inglaterra de Oliver Cromwell –quien había terminado con la Monarquía inglésa-, que surgió tras la 3ª Guerra Civil Inglesa (1649-1651), invadió Escocia, que pasó a formar parte del El Protectorado de Cromwell, aboliéndose el parlamento escocés.

Tras la muerte de Cromwell, en 1660 se restauró la monarquía bajo el rey Carlos II Estuardo. Pero en 1688 se produce un cambio de dinastía, al ser derrocado Jacobo II de Inglaterra por el protestante Guillermo III de la casa Orange-Nassau. Pero a la muerte de éste en 1702, trae el ascenso al trono a Ana I. El tiempo pasaba y Ana no tenía herederos, así que Escocia amenazó con instaurar una dinastía independiente. Esta teórica independencia no era deseada por Inglaterra ya que el establecimiento de un reino independiente escocés podía acarrear una alianza de este país con algún enemigo de los ingleses, y a su vez, un ataque contra sus territorios.

Así se llega al Acta de Unión en 1707, por el cual se creó un nuevo país, el Reino de Gran Bretaña, y se disolvieron los parlamentos de Inglaterra y de Escocia para implantar un único parlamento. El Acta de Unión nunca fue popular en Escocia. Al contrario, la mayor parte de la población se oponía a ella, y se enviaron reiteradas peticiones en contra al Parlamento. El día de su aprobación se efectuaron protestas masivas en contra de la ley en Edimburgo y otros pueblos y ciudades, además de escenas de desobediencia civil. Tras el aplacamiento de la Rebelión irlandesa de 1789, el reino de Gran Bretaña fue disuelto en 1800 con otro Acta de Unión, por el que Irlanda se anexaba a la unidad política, dando origen al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.

De esta forma un país de casi 1000 años (843-1707) se diluyó para integrarse política y económicamente en un nuevo país. Sin embargo, siguió latente durante los dos siguientes siglos un carácter cultural –gaélico- diferenciador con sus vecinos del sur. Y con esta memoria intacta, llegarían los primeros movimientos independentistas del pueblo escocés.

Desde mediados del siglo XIX apareció un movimiento por el autogobierno que buscaba la devolución del control sobre los asuntos escoceses a Escocia, pero el apoyo a la independencia no llegará hasta los años veinte del siglo XX, momento en que se fundó el partido Liga Nacional Escocesa (1921) –altamente influenciado por el Sinn Féin irlandés- y en 1934 el Partido Nacional Escocés. Pero la II WW interrumpió la ponderación por parte del parlamento inglés de la demanda escocesa. No sería de nuevo hasta 1974 cuando la política laborista volvió a apoyar un autogobierno escocés, sujeto a un referéndum. El 1 de marzo de 1979 se celebró un referéndum en Escocia, que fue la primera consulta popular para la reinstauración del Parlamento escocés, pero no obtuvo mayoría. Los progresos del independentismo se vieron frenados cuando el Partido Nacional Escocés apoyó una moción de censura contra el gobierno y forzó unas elecciones generales en 1979 que dieron la victoria a la gran adversaria de la independencia, Margaret Thatcher.

El 11 de septiembre de 1997 se realizó otro referéndum para consultar a la ciudadanía escocesa, sobre lo que se conoció como la “devolución” del Parlamento. El resultado fue afirmativo y al año siguiente se promulgaría la Ley de Escocia de 1998, por la que el Gobierno del Reino Unido concedía mayores niveles de soberanía a Escocia, restableciendo el Parlamento Escocés.

Manifestantes a favor del “Yes” en el 2012 (LaVanguardia)

Y así llegamos al 18 de septiembre del 2014. Ya veremos que sucede.

(Bueno creo que no me ha salido tan resumido). Saludos 🙂

Bibliografía:

ÁLVAREZ PALENZUELA, Vicente A. (2005): Historia Universal de la Edad Media, Ed. Ariel.

FLORISTÁN, Alfredo (2012): Historia Moderna Universal, Ed. Ariel.

TOWNSON, Duncan (2004): Breve historia de Inglaterra, Ed. Alianza.

Nuevas lecturas…

14 Sunday Sep 2014

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¿qué estás leyendo?, Donna Leon, Editorial Silex, Historia, Lady Gregory, Oseberg, Seix Barral, Victor Alvarez, Viking, vikingos

Pues sí, ya terminé de leerme Muerte entre líneas de Donna León (Seix Barral, 2014) y he de decir que ha sido absolutamente decepcionante, tanto que no tengo ganas ni de dedicarle una reseña. Es insulso. Trata de un asesinato y del robo de unos libros pero falta una atmósfera de misterio, de intriga con respecto al crimen y una falta de atmósfera algo más literaria. Además de tener uno de los finales más malos (y más rápidos) que he leído, es decir la autora soluciona todo el misterio en la última página¡¡¡¡¡

Portada con un detalle de la proa del barco de Oseberg (Oslo), Ed. Silex, 2013.

Por suerte ya estoy con otro libro: Los vikingos. Crónica de una aventura de Víctor Álvarez (Ed. Silex, 2013). Un libro de historia sobre la Era Vikinga, pero además de los datos arqueológicos e históricos, se sumerge en las crónicas y las sagas para tener una visión más completa. Ya voy casí por la mitad y a mí me está encantando. Además aparecen otras referencias bibliográficas para que nunca se terminé de leer sobre este pueblo.

¿Después? El que susurra en la oscuridad y otros relatos del ciclo blasfemo de Cthulhu de Lovecraft, El verdadero nombre de Roma de Davide Mosca, Cuchulain de Muirthemne de Lady Gregory, El hobbit de J. R. R. Tolkien, Harry Potter y la piedra filosofal de J. K. Rowling….. Aún no se el orden que seguiré…..

Y vosotros ¿ya habéis cambiado vuestras lecturas veraniegas por las otoñales, cual frutas de temporada?

Saludos 🙂

Recomendaciones: El mundo del libro en la Antigüedad

12 Tuesday Aug 2014

Posted by Dickensandcompany in History, Literature

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Antigüedad, Editorial Forcola, Eric G. Turner, Grecia, Guglielmo Cavallo, Historia, Historia del libro, J. C. Iglesias Zoido, Libro, Literatura, Mundo Antiguo, Roma

Hoy en día tenemos el privilegio –o tal vez la desgracia- de contar con muchos medios de información, de leer, y de comunicación. Hay muchas formas de lectura nuestra disposición: el libro de papel (revistas y periódicos), el ebook, la tablet, el pc o el Smartphone –aunque te dejes los ojos en los tres últimos-. Pero, antes de que existieran todos estos cachivaches, ¿cómo se leía antaño? Con el post de hoy quiero recomendaros la lectura de una serie de libros que tratan el tema del libro en el Mundo Antiguo.

Portada de la edición de Fórcola.

Antes de empezar he de decir que los siguientes libros están actualmente en el mercado, ya sea por reciente publicación o por reedición de un texto antiguo.

El primero que os quiero recomendar es Libros y libreros en la Antigüedad de Alfonso Reyes (Editorial Fórcola, 2011). Alfonso Reyes escribió varios textos sobre el destino de los libros. Uno de ellos es este pequeño libro, de 75 páginas, que fue escrito en 1955, momento en que el autor estaba inmenso en el mundo clásico griego y latino. El objetivo del libro es ser una introducción a la arqueología del libro y las bibliotecas. Nos muestra los comienzos del libro: los rollos de papiro y su evolución a los códices de pergamino; el comercio de libros en Grecia, los editores romanos, las librerías en las capitales de ambas culturas y termina con las bibliotecas y los bibliófilos. Un pequeño libro escrito por un erudito, ameno y fácil de leer. Como extra del libro nos encontramos el prólogo del crítico y poeta Juan Malpartida sobre la vida de Alfonso Reyes.

Portada de la reedición de Alianza (1995).

Libros, editores y público en el Mundo Antiguo. Guía histórica y crítica por Guglielmo Cavallo (Alianza, 1995). Recogido en tres estudios diferentes, pretende divulgar una parte relevante de la historia del libro antes de la imprenta, abarcando desde el siglo V a. C. hasta el VI d. C. Es un libro que contiene tres estudios de tres historiadores diferentes. Tres estudios –tres momentos de la historia del libro- realizados por tres historiadores del libro diferentes, pero complementarios: “Los libros en la Atenas de los siglos V y IV a. C” escrito por Eric G. Turner, donde intenta considerar qué papel desempeñó el libro en Grecia, en un momento donde la comunicación normal era la “oralidad”; “Comercio librario y actividad editorial en el Mundo Antiguo” por Tönnes Kleberg, satisfaciendo la curiosidad por los sistemas de producción editorial en el momento de máximo esplendor (s. III a. C. hasta la crisis del siglo III d. C.); y finalmente con la tercera contribución, “Libros y público a fines de la Antigüedad”, escrita por el editor del libro, Cavallo, se entra en la época del códice y su gran desarrollo al final del mundo antiguo.

Este libro a pesar de estar dirigido a especialistas del mundo, con un cierto grado de tecnicismo y referencias a escritos griegos y romanos, es muy fácil de leer y muy ameno, ilustrado con una manera evolutiva del mundo del libro, así que el público en general también puede disfrutar de esta obra. Además viene del aval de Guglielmo Cavallo, un gran especialista en el mundo libro antiguo, y eso siempre es una garantía. Y, aunque se trata de un texto original publicado en Italia en 1975 y publicado en España en 1995, aún es fácil de encontrarlo. A pesar de ser unos textos con años, su contenido no ha quedado desfasado, sigue estando de actualidad. Es un libro importante pues en su momento vino a cubrir un espacio totalmente vacío de la historiografía española del mundo del libro antiguo.

Portada de la edición de la Univesidad de Extremadura.

El tercer libro que recomiendo es El libro en Grecia y Roma. Soportes y formatos de J. C. Iglesias Zoido (Universidad de Extremadura, 2010). Este libro tiene como objetivo ofrecer un estudio breve -146 páginas-, claro y accesible sobre los aspectos materiales más importantes del libro en el mundo grecolatino. Es un poco más técnico, pues habla del material o instrumentos utilizados a la hora de escribir, pero es fácil de leer. El libro está dividido en tres grandes partes: “Los soportes del libro”, los soportes de escritura y los instrumentos empleados para escribir sobre esos soportes, así como su evolución a lo largo del tiempo; “los formatos del libro”, su proceso evolutivo que supuso uno de los cambio fonológicos más importantes; y en el tercer apartado, “la producción, lectura, conservación y transmisión” del libro, el autor trata aspectos históricos del libro antiguo. Algo novedoso de este libro es la bibliografía comentada que aparece al final de éste, donde realizan un sencillo estado de la cuestión con el análisis de las novedades de los últimos años en este campo.

Portada de la publicación de las actas de las Jornadas Internacionales del Libro.

La producció i circulació de llibres clandestins des de l´antiquitat fins als nostres dies, editado por Jesús Alturo, Miquel Torras i Ainoa Castro (Universidad Autónoma de Barcelona, 2012). Este libro junto con el siguiente que recomendaré pueden ser los menos fáciles de obtener –yo lo hice a través de la librería online Pórtico (Zaragoza)-. Este libro es el resultado de las segundas Jornadas Internacionales sobre historia del libro y la escritura (celebrada en octubre del 2010 en la Universidad Autónoma de Barcelona). Aunque sea un libro que abarca más allá de los límites de la Antigüedad, he querido ponerlo pues aparecen dos artículos sobre el Mundo Antiguo y otro sobre la Antigüedad Tardía (los otros artículos también son interesantísimos). Es un libro que nos introduce en uno de los aspectos más oscuros de la historia del libro: el miedo a la libertad de expresión, la quema de libros, el control inquisitorial, la tolerancia o la propaganda o los “peligros” que había en los dos últimos siglos en la lectura femenina. La única dificultad de este libro es que hay varios artículos en otros idiomas: catalán e italiano, pero la mayoría están en castellano.

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Editado por la Sección Española de Estudios Clásicos.

La Escritura y el Libro en la Antigüedad por J. Bartolomé, Mª C. González y M. Quijada (editores) (Ediciones Clásicas, SEEC, 2004). Si con los anteriores te has quedado con ganas de saber más, te presento este libro, una especie de manual, dirigido a especialistas de la materia, pero no es exclusivo. El libro se divide en cinco partes: “Los distintos sistemas de escritura”, “Usos de la escritura epigráfica en Roma e Hispania”, “Las funciones de la escritura y del libro en Grecia”, “Las funciones de la escritura y del libro en Roma” y finalmente “La aventura de la transmisión del libro”. Es, de los que recomiendo hoy, que abarca un lapso de tiempo mayor: desde la escritura cuneiforme y las escrituras del II milenio a. C. en Grecia hasta la difusión de los libros antiguos en la Alta Edad Media. En este libro aparecen aspectos de la lingüística y la filología clásica. Y a pesar de todo, es, igualmente, un libro fácil e interesante de leer.

Si os gusta la Historia y os gustan los libros no hay mejores libros que unan ambas cosas. Disfrutad. Y si alguien se lee alguno (o ya se lo ha leído) que nos cuenta que le ha parecido.

Saludos 🙂

¿Qué era el pueblo vikingo antes de la era vikinga?

16 Wednesday Jul 2014

Posted by Dickensandcompany in History

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Alta Edad Media, Carlomagno, Dinamarca, Edad del Hierro, Escandinavia, Historia, Medieval, Noruega, Suecia, vikingos

Mapa de Escandinavia del año 1730

Cuando oímos hablar del pueblo vikingo, la visión general es la de un pueblo bárbaro dedicado al pillaje, en el mejor de los casos; en el peor, la gente imagina a unos hombres terribles que llevaban cascos con cuernos. Nada más lejos de la realidad. Ni se dedicaban en exclusividad al pillaje ni llevaron cuernos en los cascos. Al contrario, fueron un pueblo abierto con contactos con los pueblos del sur. Además las semejanzas son mayores que las diferencias, sobre todo si miramos a su pasado común, los del sur (grecolatinos) y los del norte (germánicos) -así como celtas-, como pueblos indoeuropeos.

Según las crónicas los vikingos o norsemen (hombres del norte) llegaron a las costas de Lindisfarne (un importante centro del Cristianismo temprano inglés, perteneciente al reino de Northumbia) el 8 de junio del 793. A partir de entonces, la historiografía estableció el inicio de la era vikinga. Pero antes de que despertaran las pesadillas de los primeros reinos medievales de Europa, estos hombres del norte ¿cómo eran?

Monumento megalítico germánico propio de Escandinavia, hecho mediante el alineamiento de bloques de piedra que tiene forma de barco. Anund, en Anundshog, Suecia.

Este periodo vikingo mencionado, y que duró hasta el siglo XII, es la culminación de una evolución de un pueblo durante el transcurso de la prehistoria. Una prehistoria que presenta, ya incluso en esta época tan embrionaria, muchas más relaciones e influencia con las culturas de la Europa meridional. Este hecho queda reflejado si tenemos en cuenta que el sur de Escandinavia participó de la misma cultura megalítica que se extendía por Europa Occidental; después de Francia, Dinamarca es el país con mayor número de dólmenes.
Por tanto la Edad del Bronce nórdico (c. 1800-1500 a. C.) se caracterizó por este florecimiento cultural, los más destacados ejemplos son: más de 70000 túmulos funerarios, otros fascinantes monumentos funerarios en forma de barcos (denominados “skeppssättningar“) o los vividos grabados rupestres. En cuanto a los  pequeños objetos se han localizado peines, espadas, hachas, escudos, cascos, estatuillas, joyas…muchos de ellos muestras un refinamiento que evidencia un alto manejo del arte. En este periodo la sociedad, constituida en su mayoría por un campesinado, estaba dirigida por una aristocracia de caudillos poderosos.

La Edad del Hierro nórdico tiene diferentes fases. La primera, también conocida como la prerromana, que va del 400 a. C. hasta el cambio de era, vino precedida por un empeoramiento gélido del clima, lo que provocó posiblemente una emigración de parte de la población a tierras meridionales más cálidas. A su vez esta emigración fue influenciada por la expansión del pueblo celta, eclipsando las relaciones comerciales que antes mantenían los nórdicos con los pueblos del sur de Europa. Arqueológicamente hablando, los yacimientos sufren un empobrecimiento y los únicos objetos que se hallan son de origen celta. Pero uno de los avances de esta etapa, al igual que sucedió en el resto de  Europa, fue la introducción del hierro, un metal mucho más accesible para todos los extractos de la sociedad.

Es en esta etapa cuando empiezan a ser conocida esta región septentrional en las culturas de la cuenca mediterránea, que entonces conocían a esta zona con el nombre de Thule. Por otro lado, mientras Alejandro Magno iniciaba su conquista hacia el este, otro griego iniciaba un viaje al norte de Europa. Este viaje tuvo lugar en el 330 a. C. y fue llevado a cabo por el matemático y astrónomo marsellés Piteas, con la única intención – se supone- de ampliar sus rutas comerciales. Entre otras, describió el fenómeno del sol de medianoche. Sobre este viaje existe una novela, El viaje de Piteas a Thule (1985) escrita por el historiador sueco Alf Henrikson, que imaginaba las impresiones que los exóticos fenómenos climáticos y sus gentes provocaban en una mente del sur.

La ruta del comercio entre el norte y el sur europeo se reabrió de nuevo durante la II Edad del Hierro o romana (0-400 d. C.), momento en que los germanos y los romanos eclipsaron el dominio celta y ambos mundo se encontraron en el limes que el Imperio Romano estableció. Los productos romanos encontrados en suelo escandinavos son productos de lujo (copas de vino, recipientes de bronce, floreros, jarras…y monedas). Este es el momento de mayor influencia romana: los romanos llevaron nuevas formas de artesanía, mejoró su armamento y, lo más importante, les descubrieron un arte nuevo totalmente ignorado: la escritura, que llegó en la forma de escritura rúnica.  Se sabe, gracias al relato de Tácito, y confirmado por la Arqueología, que ya se practicaban sacrificios humanos en los llamados “mossliken”.

La época inmediatamente anterior a la era vikinga recibe denominaciones distintas dependiendo del país en que se esté. Pero todas pertenecen a la III Edad del Hierro nórdica (también conocida como Edad del Hierro Germánica), que va desde la mitad del siglo VI al siglo VIII. Fue en esta época cuando se sentaron las bases materiales y mentales del expansionismo ulterior. Los nórdicos experimentaron grandes avances en todos los ámbitos – económico, demográfico, político y cultural-. Y mientras éstos preparaban el terreno, la Europa vivía el dominio Merovingio de los francos.

Para esta época, los historiadores han aceptado la existencia de un estado talasocrático relativamente poderoso en la zona, que controlaría las regiones de Uppland, la costa occidental sueca hasta Dinamarca, parte de Noruega y parte de las costas finlandesas y bálticas. Por otras regiones interiores de Dinamarca y Noruega, se ha reconocido, al final del periodo, que hubo “reyes” con cierto grado de autoridad.

A pesar de tanta divisiones temporales, hecha por la historiografía, entre estos hombres del siglo VII y los vikingos de Lindisfarne no debieron existir muchas diferencias. La única, su expansión por zonas que hasta entonces no habían recorrido. Puesto que ya había conflicto entre nórdicos y reyes europeos casi medio siglo antes del ataque al monasterio inglés, cuando se inicia la era vikinga no eran completamente desconocidos en todos los reinos medievales. En Dinamarca la era vikinga empezó cuando el “rey danés” Sigfrid desafió en el 776 d. C. a Carlomagno, porque éste había dado cobijo al cabecilla de una revuelta sajona (lo que hoy sería el ducado alemán de Sajonia y no los sajones de Inglaterra). Desde entonces Carlomagno tuvo disputas por el dominio de Frisia, que continuaron con el hijo de Sigfrid, Gudrød (reinó desde c. 804 hasta el 810) y con el resto de jefes, ahora sí, vikingos.

Desde la perspectiva continental, o latina, los ataque vikingos iniciaron la conocida como “segunda oleada de invasiones”, que coincidió con la desmembración del Imperio Carolingio, dejando Europa Occidental abierta a sus enemigos. Para los nórdicos, sin embargo, supuso la entrada de su mundo en la historia y su dominio temporal en el Mar del Norte.

BIBLIOGRAFÍA (utilizada):

AA.VV (1991): Vikings [catálogo de exposición], La Caixa.

ALVÁREZ PALENZUELA, V. A. (2005): Historia Universal de la Edad Media, Ariel.

GRAHAM-CAMPBELL, James (1993): Orígenes de la cultura escandinava, Folio.

GRIFFITH, Paddy (2004): Los vikingos, el terror de Europa, Ariel.

En otro post comentaré las causas que llevaron a este pueblo a llegar a territorios lejanos, que para ellos solo estaban en el imaginario colectivo.

Saludos. 🙂

Diario de guerra (III): el rescate

11 Friday Apr 2014

Posted by Dickensandcompany in History

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Altaussee, George Stout, Historia, II WW, Madona, Miguel Ángel, the monuments men

¿Os acordáis que en un post anterior contaba la historia de la sustracción nocturna (y con alevosía) de la Madona de Brujas de Miguel Ángel por parte de tropas nazis en su repliegue a su patria durante la IIWW? ¿Qué fue de ella? Estamos de acuerdo en que al final la estatua volvió a su lugar de origen, pero ¿qué pasó con ella tras su secuestro?

La famosa escultura de Miguel Ángel. La única que salió de Italia en vida del autor.

Hitler se había pegado un tiro el 30 de abril y el 7 de mayo los alemanes presentaron su rendición incondicional en Reims. Los aliados habían ganado oficialmente la guerra. Los chicos de la sección de Monumentos ya habían localizado cientos de depósitos, pero todos de menor importancia. Faltaban los grandes, donde se habían guardado las grandes obras maestras de todos los tiempos. Altaussee era uno de ellos.
Cuando llegaron a la mina de sal de Altaussee el 12 de mayo, Robert Posey y Lincoln Kirstein, dos destacados miembros de la sección, ya sabían que allí se localizaba el segundo mayor depósito de atesoramiento de los nazis. Allí, en el corazón de la montaña, tras varios kilómetros de pasajes y túneles con bifurcaciones dominados por la oscuridad y la humedad, se localizaba una amplia cámara con el techo de piedra, donde se encontraba, entre otras miles y miles de obras, la Madona de Brujas. Las linternas de acetileno iluminaron a una estatua tumbada de lado sobre el ya mugriento colchón con el que la habían protegido cuando salió de Bélgica.

Momento del rescate en la mina de Altaussee. En la foto se ve a George Stout, el director de la sección, con bigote. Foto de: http://harvardmagazine.com

Fue una de estas cosas del destino, o no, que hizo que esta escultura, y el resto del tesoro de Altaussee, continuase viva para la posteridad. La Madona llegó a esta mina en octubre de 1944 tras su traslado desde Bélgica en barco y luego por estrechas y empinadas carreteras hasta llegar al corazón de los Alpes austríacos, donde se localizaba el depósito. Tras ella, la llegada de nuevos tesoros fue incesante y en aumento cuanto más acorralados se sentían los nazis por el avance aliado. El 13 de abril de 1945 a la mina llego un cargamento de ocho cajas con la siguiente etiqueta: “Atención, mármol, no dejar caer”. Sin embargo no contenían mármol sino bombas de quinientos kilos. Objetivo: destruir la mina para que las obras de arte no llegaran a manos de los aliados. En un hilo pendió un gran legado del pasado de la humanidad. Gracias a la fortuna y al ingenio de varios hombres, que veían la importancia de ese depósito, evitaron la aniquilación total tanto de las obras de arte como de la mina de sal, sustento de las comunidades vecinas. Estos hombres, en un favor para que las generaciones venideras pudiésemos contemplar ese pasado que ha venido a caracterizar y definir a la mente humana, tapiaron las entradas de la mina con cargas de dinamita.

The Monuments Men de Robert M. Edsel (Ed. Booket, 2012)

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